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LA FIESTA DE SAN PASCUAL BAILON

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

      Día 17 de Mayo, festividad del venerado patrón de nuestro pueblo, San Pascual Bailón. Una fecha que desde muy temprana edad queda prefijada en nuestra memoria, en la memoria de todos los que compartimos origen.

 

    Creo que cada uno de nosotros deberá de tener los recuerdos de acuerdo con sus vivencias y situaciones vividas, época, familia, circunstancias, etc.

 

    Por eso yo lo voy a contar empezando por situarnos: años 50, una Nava de Abajo mucho más poblada que en la actualidad. Con las calles sin asfaltar, suelo irregular y polvoriento, con un nivel de vida casi de posguerra y por tanto con mucha escasez y precariedad. Pero con algo que ahora se echa mucho de menos, la ilusión, la esperanza de mejorar, los sueños y metas por conseguir. Todo ello servía para adivinar en la cara de la gente las ganas de celebrar LA FIESTA.

 

    No debemos olvidar que el mes de Mayo, y la primavera en pleno facilitaba en el fondo del alma esa especie de alegría de ver venir “el San Pascual”.  La verdad, en mi casa la fiesta empezaba por lo menos dos meses antes, cuando mi padre empezaba a recibir encargos de coser trajes, o mejor pantalones y o chaquetas, es decir prendas suelta, que eran como algo imprescindible estrenar cada año, todo ello de acuerdo con el poder adquisitivo de cada familia, pero siempre, eso sí, todos estrenaban algo.

 

    Además de lo que cuenta de mi familia, en todas las casas de la vecindad, y del pueblo entero, en los días previos a la fiesta la actividad empezaba a ser frenética. Como la mayoría de la gente trabajaba en la agricultura y afines, pues antes de la fiesta tenía que dejar al día los trabajos, coger y almacenar hierba y cereales para los animales (gallinas, conejos, cabras, etc.). Luego no olvidaremos la costumbre de obligado cumplimiento, hacer unas cuantas tasas de “madalenas”, “mantecaos”, “suspìros”, y otros dulces típicos, los cuales eran cuidadosamente “guardados” para comerlos estos tres días.

 

    Siguiendo con el relato familiar, por ello, el taller de mi padre como digo empezaba a echar horas extras, hasta bien entrada la noche, y para mí era un acicate  pensar en lo bien que lo pasaríamos esos tres días, pues el de la víspera, el dieciséis era otra fecha más. Primero porque era la llegada de las vacas, la terminación de los trabajos de instalación de la plaza de palos, carros y galeras, en la Placeta del Pozo-Rubio, la implantación de los puestos de los “pelilleros”, de las “barcas”, y alguna que otra “atracción”.

 

    Luego, al día siguiente, era el principal, con la misa y la procesión, donde como ya he dicho antes cada uno estrenaba la prenda de vestir y calzado que podía, donde se cumplían las promesas ofrecidas durante todo el año, véase, ir descalza a la procesión, tirar cuatro paquetes de cohetes, o cualquier otra.

 

    La procesión era típica, primeramente iba el monaguillo mayor, con la cruz, seguido por todos los niños y niñas que aquel día siempre tomaban la primera comunión según la costumbre. Luego se abrían dos filas, normalmente primero las mujeres y a continuación los hombres, y entre ambas desfilaban la imagen del santo patrón San Pascual Bailón, y después la “Purísima”, y después el Sr. Cura con el Alcalde Pedáneo, Maestro de escuela, la Pareja de la Guardia Civil , y otros personajes de los más distinguidos (caciques o “señoritos”). Y al final toda la cuadrilla de “Cobeteros”, disparando los cohetes con enorme estruendo, y pegando voces estentóreas “Viva San Pascual”, y la respuesta unánime “Viva”.

 

    Al terminar esta ceremonia, después visitar algún bar para “echar” el aperitivo, se daba buena cuenta de la especial comida que nuestras madres preparaban, compartida con los huéspedes e invitados, con el pollo y el conejo, o con el quilo de chuletas compradas previamente, con enormes tortillas cuyos huevos se habían guardado celosamente con anterioridad.

 

    Y por la tarde, rápidamente después de tomar el café en el bar y encender el viejo puro caliqueño bien guardado, asistir a la primera de las becerradas anunciadas, con el éxito asegurado por la expectación y los consabidos sustos de familiares revolcados por las vacas, cuya imagen bien recuerdo, viejas, con enormes encornaduras retorcidas por los años, con un desarrollado sentido y peligro. La actuación de los “maletillas”, con su arrojo y ganas de llegar a ser primera figura, pero con el seguro lastre de regar con su sangre el polvo y la tierra de la Nava.

 

     Terminaba el espectáculo taurino y rápidamente había de acicalarse con lo mejor del vestuario particular para asistir a la sesión de tarde del baile, que se celebraba por aquellas fechas en el casino de “Indalencio”, y al que no dejaban pasar si no ibas con tu madre o con tu padre. La orquesta, que se contrataba para estos eventos, y que contaba solo con tres componentes, uno con el “jaz” o batería, un acordeón y un saxofón, pero con bonitas y largas eran las “piezas”, algunas hasta de casi media hora, siempre sin parar de dar vueltas, sudando y “super-apretujados” por la aglomeración de danzantes.

 

     Antes de las diez de la noche, se remataba la sesión y corriendo para tu casa, pues había que cenar y casi sin pausa empezar la sesión nocturna, que duraba hasta bien entrada la madrugada, con idéntica afluencia, gentío  o casi multitud, porque muchas veces era más la gente en la puerta intentando pasar que los que estaban en el interior.

 

   Téngase en cuenta varias circunstancias, una, que era solo un punto de baile, dos, que en esos días la población de la Nava se duplicaba con gente de los alrededores, y tres, que el sitio, pese a ser amplio no daba ni para una cuarta parte de la demanda.

 

   El segundo día de Fiesta, que así se denominaba en el argot era idéntico al primero, pero con alguna variante. Ese dio en la vaca, se mataban las reses, a estoque por algún “maletilla”  con visos de aprendiz aventajado. Luego los animales eran desollados y descuartizados por los carniceros locales y la carne se repartía por casas acreditadas de haber pagado la cuota de contribución a la comisión de festejos para la compra de las reses de lidia, pues el Ayuntamiento de Pozo-Hondo colaboraba pero no suficientemente.

 

   Otra variante era que al ser día de término, el ansia de llegar a todo, subir a las barcas y atracciones, comprar “pelaillas” y caramelos, comerse los dulces y mantecados cocinados por nuestras madres, y el saber que la fiesta se terminaba y al día siguiente volvía la rutina de la escuela para nosotros y el trabajo y sacrificio para los mayores aumentaba el stress,  (por cierto, esta palabra no se conocía por esos tiempos).

 

     Esto es a grandes rasgos un retrato de la Fiesta hace cincuenta o sesenta años. De como son ahora que puedo yo contaros que no se sepáis, pues todos y cada uno de vosotro la vivís y yo tambien cada año, por lo tanto estareis de acuerdo en observar lo que ha cambiado.

 

      Para poder compararlo me he permitido adjuntaros dos galerias, la primera con las Fiesta de San Pascual de antaño, y la segunda con las actuales.

 

        Como siempre saludar a los Naveros.

 

Oliver...........................

 

 

LA FIESTA DE SAN PASCUAL HACE MUCHO TIEMPO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA FIESTA DE SAN PASCUAL EN TIEMPOS RECIENTES

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